MUSICA CELESTIAL

Al visitar una iglesia o catedral, siempre nos llama la atención el coro, donde nos podemos encontrar verdaderas obras de arte, y no me refiero sólo a la sillería...

¿Quién no ha visto los grandes libros de canciones en las iglesias?
Pues hasta comienzos de la Edad Media no existía ninguna notación musical sólida. Las melodías se aprendían mediante la repetición, por transmisión oral. Sin embargo, los monjes medievales tenían que entonar un gran número de rezos durante el día, y estos cambiaban cada día, por lo que llegaron a ser cientos las melodías que debían aprender de memoria. Esto les obligó a inventar un sistema para recordarlas.

En un principio utilizaron una serie de trazos escritos sobre el texto que ayudaban a recordar de forma aproximada las melodías: en qué sílaba debían detenerse, cuándo ir hacia el agudo o cuándo hacia el grave, etc. 
MUSICA EN TETRAGRAMA

En el siglo XI, el monje benedictino Guido d’Arezzo (990-1050) tuvo la genial idea de situar una línea de referencia. De este modo les era más fácil saber cuánto subir o bajar. Luego le añadió una segunda, que marcaba la nota más aguda, y posteriormente amplió el sistema hasta las cuatro líneas (tetragrama) , antecesor del actual pentagrama. 

Como copiar un libro era lento y muy costoso, los antifonarios se realizaban a gran tamaño, de manera que eran varios los monjes que podían leerlos. 

La realización de los libros de coro era muy costosa y lenta, pudiéndose necesitar hasta cinco meses por libro. Los textos eran preparados en latín por escribanos o copistas, en ocasiones monjes que trabajaban en un lugar especial dentro de los monasterios denominado scriptorum; los iluminadores por su parte, decoraban ricamente las letras iniciales o capitulares con imágenes religiosas, de flores, frutos, insectos y aves, empleando polvo y laminillas oro . Los artistas fabricaban sus propios colores y los personalizaban. 

Estos libros se apoyaban en un gran atril llamado facistol que giraba para orientarse hacia donde estuvieran los monjes. Como los libros de cánticos podían llegar a pesar entre 40 y 80 Kg,  el monje que movía el facistol debía ser el más corpulento.

El facistol formaba un prisma que podía sostener un libro por cada lado, y así todos los monjes del coro podían leer y cantar a la vez. Habitualmente los usados para el coro suelen tener cuatro caras correspondientes al libro de cada voz. Existen varias hipótesis que tratan de dilucidar la etimología de facistol, pero en definitiva, todas apuntan al mismo origen medieval: faldestol (sillón). ¿Sillón para libros?

Los facistoles más antiguos que se conocen corresponden al siglo XV y el motivo simbólico y ornamental que todos ellos presentan es un águila sobre un mundo o pedestal con las alas abiertas en las cuales se apoya el libro. 

Los hay dobles o giratorios pero los más frecuentes son los facistoles cuádruples, para tener abiertos cuatro libros a la vez en forma de pirámide truncada. Suelen estar adornados con algún remate religioso, iconístico o simbólico y montados sobre un pie, pedestal o mesa fija en medio del coro.

La Biblioteca Nacional de España custodia una colección de libros de coro formada por cerca de un centenar de libros litúrgicos procedentes de diversos centros eclesiásticos. Estos libros de facistol dan testimonio clave de la tradición del canto gregoriano en España






Los libros de coro tuvieron su auge en los siglos XVI al XVIII y cayeron en desuso a finales del XIX y principios del XX, cuando la iglesia católica decidió sustituirlos por pequeños libros individuales. 



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