EUGENIA DE MONTIJO, ÚLTIMA EMPERATRIZ DE FRANCIA.

Eugenia nació en el año 1826, en Granada, en una familia de rancia nobleza andaluza con más apellido que dinero. Su madre heredó una fortuna de un viejo tío y la empleó en introducir a sus hijas en la alta sociedad para que hicieran una buena boda, lo cual consiguió.
Por un amor fallido (se
enamoró del prometido de su hermana, El Duque de Alba), su madre decidió
llevarla a París, donde podría olvidar y tal vez encontrar otro pretendiente.
No andaban mal encaminadas puesto que en efecto , se fijó en ella nada más y
nada menos que el futuro Emperador Napoleón III.
Cuando conoció en un baile a
Luis Napoleón, presidente de la república francesa en aquel momento, éste se
fijó en ella por su belleza; sin embargo, no lo hizo con fines serios ni la vio
como posible futura esposa, y le comunicó prácticamente a bocajarro, sin hacer
gala de ninguna cortesía, sus burdas intenciones amatorias.
Según cuenta la Historia,
ella se negó pero sin demostrar ofensa, para dejar esa puerta abierta; circula
el rumor, incluso, de que cuando el príncipe imperial le preguntó por el camino
hacia su dormitorio, ella le contestó con divertida coquetería que allí sólo se
iba “por la iglesia”. Su
romance fue un escándalo en la capital francesa y lo que comenzó como un
capricho, gracias a la habilidad de Eugenia y su madre, terminó en boda.

Ferviente católica, se opuso
a la política de su marido en lo tocante a Italia, y defendió los poderes y
prerrogativas del Papa en dicho país. Pero algunas decisiones desafortunadas,
como la intervención en México o la Guerra Franco Prusiana, que se saldaron con
estrepitosas derrotas, provocaron la caída del Imperio y con él, el de Eugenia,
que tuvo que salir con lo puesto y por la puerta de atrás del palacio y del
país.
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EUGENIA Y SU HIJO NAPOLEÓN EUGENIO LUIS |
Buscó asilo en Inglaterra,
donde esperó a su esposo, el cual llegó completamente humillado tras el
desastre de Sedán. A su muerte, ella le lloró largamente, consolándose con su
hijo, el heredero de la casa de Napoleón, hasta que por desgracia murió en una
temeraria acción de guerra en África. Ella se retiró a vivir a Biarritz, que
desde entonces se puso de moda como zona de recreo de la nobleza.
Sus últimos años fueron como
un entierro en vida, viuda y sin hijos. Ya le había vaticinado una pitonisa que
“sería más que reina pero moriría en la oscuridad”. Eugenia volvió de forma
esporádica a España, siempre de visita a sus parientes, los duques de Alba.
Finalmente murió en el año 1920 en El Palacio de Liria, en Madrid.
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BROCHE "HOJA DE GROSELLA" |
La emperatriz Eugenia atesoró joyas maravillosas como el broche hoja de grosella que se subastó en 2015 por más de 3 millones de dólares, o el collar de "esmeraldas imperiales" que heredó su sobrina nieta, la duquesa Cayetana de Alba. Esta pieza majestuosa no la lucía nuestra querida Cayetana con mucha frecuencia y nunca se la prestó a ninguna de sus nueras.
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ESMERALDAS IMPERIALES |
También pasó a la Casa de Alba la "tiara de perlas y diamantes" que fue de la Emperatriz y que lucieron en su boda Cayetana de Alba y su hija Eugenia.
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