LOS VERANOS DE LOS BORBONES

Creo que la expresión “vive como un rey” tuvo mejores circunstancias que las actuales. Felipe VI no debe estar disfrutando tanto este verano, especialmente por el tema catalán. Estará pensando con añoranza en sus antepasados Borbones…

Felipe V había sido criado en Francia y estaba acostumbrado a disfrutar de las mansiones de recreo, tan apreciadas por la Corte francesa. Él fue, por lo tanto, quien decidió transformar, a la manera de los palacios franceses, dos de sus alojamientos reales preferidos en España: La Granja de San Ildefonso  y el Real Sitio de Aranjuez. El primero fue creado de nueva planta siguiendo el espíritu de Versalles, el segundo había sido heredado de los Austrias y estaba en un paraje tan paradisiaco que merecía todos los esfuerzos que las arcas reales fueran capaces de soportar.
LA GRANJA DE SAN ILDEFONSO

Al comenzar el año, el rey marchaba al palacio del Pardo donde pasaba el invierno. Volvía a Madrid para presidir los actos de la Semana Santa y, apenas terminada, en abril, ya se encaminaba con la Corte hacia Aranjuez, donde pasaba toda la primavera hasta que comenzaba la estación veraniega. A partir de la festividad de San Juan, que marcaba el solsticio de verano, la Corte cruzaba la sierra del Guadarrarna y se instalaba en La Granja de San Ildefonso para librarse de los rigores del calor, de los hedores de las ciudades y de las epidemias que acechaban con el verano.



PALACIO DE ARANJUEZ
Muerto Felipe V en 1746, su sucesor, Fernando VI, valoró muy especialmente el Real Sitio de Aranjuez. En mayor medida que su padre, quien siempre parecía haber tenido predilección por La Granja de San Ildefonso. Para Fernando, Aranjuez superaba a cualquier otro porque también era el lugar donde más a gusto se encontraba su esposa, Bárbara de Braganza. Sin embargo, es curioso constatar que el acto con que el rey inauguró su primera estancia primaveral en Aranjuez, ante la perplejidad de su esposa, fue presidir la procesión del Corpus, que durante veinte años había sido suspendida.

Era tradición que el rey acompañara siempre a la Custodia en aquellas ocasiones, y por ello Fernando VI desfiló aquel año de 1747 con toda la carga pagana de la Tarasca, las Sierpes, los Gigantones y todas las danzas populares que la acompañaban, para horror de la cultísima Bárbara de Braganza.


Fue precisamente durante la primavera siguiente de 1748, estando también el rey y su esposa Bárbara de Braganza ya en el Real Sitio, cuando se declaró un incendio devastador que arruinó buena parte del palacio. Esto aceleró los deseos del monarca de ampliar y mejorar el Sitio de Aranjuez

Carlos III sucedió en el trono a su hermano Fernando. Habiendo enviudado demasiado pronto y con trece hijos que le había dado su amada esposa, María Amalia de Sajonia, que le aseguraban la sucesión, Carlos se hizo un solitario y destrozó las expectativas de los cortesanos que se habían acostumbrado al ambiente refinado del anterior reinado. Adiós a los conciertos, a los paseos en falúas, a los deleites inventados por Farinelli. Al rey le interesa la caza, la experimentación agrícola y ganadera. Le apasionan los perros de su jauría y los cientos de miles de cepas distintas que vigila de cerca en sus cortijos de Aranjuez. 


ENTRETENIMIENTOS REALES

La Música
La música fue, sin duda, la principal diversión de palacio, y hasta la mejor terapia del rey, sobre todo tras la llegada a la Corte del cantante Farinelli, nombre artístico por el que se conocía al famosísimo castrato Carlos María Miguel Angel Broschi Barrese. Se dice que, a menudo, la reina Isabel de Farnesio pedía su ayuda para sacar al rey Felipe V de su patológica melancolía, pues en los momentos de crisis se negaba a salir de la cama y profería horribles gritos y lamentos. Sólo la voz limpia del famoso castrato hacía volver al monarca a la realidad.

Paseos en falúa
Uno de los más preciados entretenimientos de las personas reales era navegar por el río, y también por el llamado Mar de Ontígola, gran estanque construido en alto, que alimentaba con sus aguas a buena parte de los numerosos caminos de arbolado que iban creándose en torno al Real Sitio, fundamentalmente a aquellos que, por estar en zona alta, no podían ser regados con las aguas del Tajo.

Tal diversión generó la construcción de todo tipo de naves grandes y pequeñas, sobre todo de unas magníficas falúas, palabra italiana que designa unas pequeñas embarcaciones. Estaban realizadas a partir de diseños caprichosos, y a ellas se dedicó durante un tiempo el cantante Farinelli desde su cargo de director de entretenimientos reales. La Escuadra del Tajo, como se llamó a esta colección de barcas, se componía de cinco falúas y dieciséis botes, uno de ellos con forma de ciervo y otro de pavo real.
MUSEO DE FAULAS REALES DE ARANJUEZ

Durante el reinado de Fernando VI y Bárbara de Braganza, navegar en falúa se convirtió en la actividad preferida de la reina. Se construyó una falúa real, una falúa de respeto, ligera y decorada con dorados, que navegaban siempre juntas y a menudo iban seguidas por una pequeña fragata llamada de Santa Bárbara y San Fernando que imitaba a los grandes navíos de guerra. En ella iban las damas de la reina y quince músicos. Salían a media tarde del embarcadero y llegaban hasta el puente de la Reina regresando a las nueve. Merendaban, cantaban, hacían salvas con los cañoncitos de bronce y pescaban. Muerta Bárbara de Braganza en 1758, y enloquecido por ello el rey, que la siguió en unos meses a la tumba, la Escuadra del Tajo no volvió a navegar.

La caza y la pesca
En el Real sitio se practicaba la caza  y pesca y también disfrutaban  la propia presencia de los animales en libertad. 
Esto favoreció la cría de  animales como caballos y vacas . De hecho, en la Casa de las Vacas y sus cercanías poseían gran número de vacas de varios colores: unas originarias del país; otras de raza holandesa y otras de Suiza.
POSTAL DE REAL YEGUADA DE ARANJUEZ

Igualmente, la pesca se disfrutaba apaciblemente desde las propias naves pequeñas del lago, para lo que se mantenía permanentemente una abigarrada población de peces en sus aguas. 

Juegos

El lugar de Aranjuez también invitaba a cierto tipo de entretenimientos; por ejemplo, las abundantes yeguadas sugerían las pruebas de competición entre ellas. 

Después, Carlos IV, siendo aún príncipe de Asturias, sustituyó las carreras de caballos por el juego de las Parejas. Una especie de baile a caballo en el que cuarenta y ocho caballeros iban divididos en cuatro filas, cada una de las cuales encabezaba uno de los hijos del rey. Vestían atractivos trajes de diferentes colores, rojos azules, amarillos y verdes, evocadores de un pasado glorioso, y desfilaban disciplinadamente cruzándose y entrecruzándose indefinidamente entre ellos, en una especie de mezcla entre torneo, baile y desfile militar.

También bajo Carlos IV se practicaba un juego que complacía mucho al rey, que era tirar cañonazos desde la Huerta de Valencia, donde su padre había mimado tanto siempre sus plantaciones de viñedos, turbando la tranquilidad de los cortesanos. Esta pasión del rey por la artillería, hizo también que imaginara el Tajo como un magnífico escenario para batallas navales; y los cultos paseos en falúa que había dado su tío-abuelo Fernando VI, se convirtieron para él en ejercicios de guerra. 
TAJO EN ARANJUEZ

En el jardín del Príncipe había mandado construir un embarcadero a modo de puerto de mar fortificado con murallas, baluartes, baterías y cañones de varios calibres, donde atracaban una fragata de dieciséis cañones, otra de diez, una falúa grande de dieciséis remos, un jabeque, un caique de Constantinopla, una lancha y un bote chico. Para manejar todo ello había marineros, artilleros, contramaestres, etc.


Comentarios

Entradas populares de este blog

COSAS DE QUEVEDO

La Cuelga

LARGA VIDA A LOS CHULAPOS