CATALINA DE ARAGÓN.

La primera entrada que hicimos en nuestro blog  en “Nuestros Personajes favoritos” fue sobre Juana la Loca. Y hoy vamos a conocer a su hermana pequeña, Catalina de Aragón.  

Catalina, la hija más pequeña de los Reyes Católicos, nació en el Palacio arzobispal de Alcalá de Henares, el 15 de diciembre de 1485, y posiblemente fue la  que más se parecía físicamente a su madre Isabel «la Católica».

La joven, de ojos azules, cara redonda y tez pálida, fue prometida en matrimonio a los cuatro años con el Príncipe de Galés Arturo, primogénito de Enrique VII de Inglaterra, en el Tratado de Medina del Campo. La decisión de los Reyes Católicos obedecía a una estrategia matrimonial para forjar una red de alianzas contra el Reino de Francia. Así, dos de los hijos de los Monarcas contrajeron matrimonio con los hijos de Maximiliano, Emperador del Sacro Imperio Romano; dos hijas entroncaron con la familia real portuguesa, y la más pequeña con el heredero a la Corona inglesa.

Catalina de Aragón causó una grata impresión a su llegada a Inglaterra cuando todavía era una adolescente. Con 16 años,  se desposó con Arturo en la catedral de Sant Paul de Londres, pero el matrimonio duró tan solo un año. Los dos miembros de la pareja enfermaron de forma grave –posiblemente de sudor inglés (una extraña enfermedad local cuyo síntoma principal era una sudoración severa)– causando la muerte del Príncipe.
 
En los siguientes años, la situación de la joven Catalina fue muy precaria puesto que no tenía quien sustentara su pequeño séquito y su papel en Inglaterra quedó reducido al de viuda y diplomática al servicio de la Monarquía hispánica.

Su suegro Enrique VII, para  mantener la alianza con España, y dado que todavía se adeudaba parte de la dote del anterior matrimonio, tomó la decisión de casarla con su otro hijo, Enrique VIII. Pero para que se pudieran casar necesitaban una bula papal, ya que en la época no estaba permitido que un hombre se casara con la viuda de su hermano. Argumentaron que el matrimonio anterior no pudo ser consumado debido a la incapacidad sexual del fallecido Arturo de Gales durante el año que duró el matrimonio, y la obtuvieron.

El Príncipe Enrique VIII quedó prendado de la belleza de la hija de los Reyes Católicos, y se casó con ella siendo ya rey de Inglaterra, pues su padre había fallecido unos meses antes.

Pero pese a la buena sintonía inicial, la sucesión de embarazos fallidos, seis bebés de los que solo la futura María I alcanzó la mayoría de edad, enturbió la convivencia entre el Rey y la Reina. Al menos, mientras tanto Catalina adquirió gran relevancia política y supo estar a la altura en los asuntos de Estado. En 1513, su marido la nombró regente del reino mientras él viajaba a Francia. Ella tuvo que liderar el país durante una incursión escocesa en Inglaterra, que desembocó en la batalla de Flodden Field. Se dice, entre el mito y la realidad, que Catalina viajó embarazada y equipada con armadura a dar una arenga a las tropas antes de la célebre contienda.


Sin embargo, la falta de un hijo varón y la aparición de una mujer extremadamente ambiciosa, Ana Bolena –una seductora dama de la corte–, empujaron al Rey a iniciar un proceso que cambió la historia de Inglaterra.

 Enrique VIII quiso anular su matrimonio con Catalina para casarse con La Bolena,  basándose en que se había casado con la mujer de su hermano. El Papa Clemente VII, a sabiendas de que aquella no era una razón posible desde el momento en que una dispensa anterior había certificado que el matrimonio con Arturo no era válido , sugirió a través de su enviado el cardenal Campeggio que la madrileña podría retirarse simplemente a un convento, dejando vía libre a un nuevo matrimonio del Rey. Sin embargo, el obstinado carácter de la Reina, que se negaba a que su hija María fuera declarada bastarda, impidió encontrar una solución que agradara a ambas partes.

Desesperada, Catalina buscó el apoyo de su todopoderoso sobrino Carlos I de España, y gran parte de la nobleza y el pueblo también estaban con ella.

Pero esto no sirvió para amedrentar a Enrique,  que  decidió crear sus propias reglas del juego:   para no tener que obedecer al Papa rompió con la Iglesia Católica y se hizo proclamar «jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra». En 1533, el Arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, declaró nulo el matrimonio del Rey con Catalina y el soberano se casó con Ana Bolena, a la que el pueblo denominaba «la mala perra».

Lleno de rencor, Enrique privó a Catalina del derecho a cualquier título salvo al de «Princesa Viuda de Gales», en reconocimiento de su estatus como la viuda de su hermano Arturo, y la desterró al castillo del More en el invierno de 1531. Años después, fue trasladada al castillo de Kimbolton, donde tenía prohibido comunicarse de forma escrita y sus movimientos quedaron todavía más limitados.

El 7 de enero de 1536, antes de morir , Catalina de Aragón escribió dos cartas:
Una a su sobrino Carlos I pidiéndole que mediara por los intereses de su hija María, la cual fue esposada posteriormente con Felipe II.
La otra dirigida a su terrible esposo. Después de perdonarlo, terminaba con unas palabras conmovedoras hacia Enrique: «Finalmente, hago este juramento: que mis ojos os desean por encima de todas las cosas. Adiós». El color negro de su corazón, indicio de que sufrió algún tipo de cáncer, propagó por Inglaterra el rumor de que había sido envenenada por orden del Rey.

Enrique al no considerarla ya reina, no permitió que fuera enterrada en Sant Paul como el resto de los monarcas. De manera que Catalina fue sepultada en la Catedral de Peterborough, donde se la puede visitar y se observa una leyenda que reza “Catalina de Aragón, reina de Inglaterra”. Los habitantes de Peterborough atribuyen al espíritu de Catalina el que Enrique VIII no derribara la abadía originaria en la que estaba enterrada, como hizo con las de todo el país, y que la convirtiera en catedral.


Todos los 29 de enero se le tributa un memorial en la ciudad de Peterborough. El público  deja granadas en su tumba como señal de respeto , y cuando se la visita se encuentran banderas de España , romero e incluso medidas de la Virgen del Pilar. 



No hay en España un solo rey o reina que reciba todos los años un homenaje similar, porque, además de las ofrendas, se celebra una misa católica y se organizan conferencias, recitales, exposiciones... Hay también una procesión con velas en recuerdo de la que se celebró tras su muerte y en la que, según las crónicas, participaron más de 1.000 personas, así como placas de recuerdo de sus aniversarios, el hermanamiento de la ciudad con Alcalá de Henares y venta de libros de su biografía donde la llaman “La verdadera reina inglesa”.





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