COMO UN ENCAJE DE BOLILLOS

Expresión “ Es como un encaje de bolillos”: Tarea difícil y delicada

ENCAJE: Tejido de mallas, lazadas o calados, con flores, figuras u otras labores, que se hace con bolillos, aguja de coser o de gancho o bien a máquina.

En el encaje que nos concierne, los hilos se enrollan en las bobina llamadas bolillos. Los bolillos suelen ser de madera, que es un material noble. Tiene que estar trabajada de manera que resbale suavemente y no enganche el hilo. Además “le canta” a la encajera cuando trabaja. El ruido de los bolillos al golpearse unos con otros es una música peculiar, única en cada labor. Escuchar a una encajera cuando trabaja es tan evocador, que transporta a otros mundos y otros tiempos en los cuales los ritmos eran distintos a los de ahora y gracias a eso se podían crear cosas muy bellas.

La almohadilla en la que se trabaja se llama “mundillo” y efectivamente  es un mundo en si mismo en el que con paciencia, minuciosidad, autoexigencia y amor se crean objetos únicos.

Hoy en día es un arte casi extinto y sustituido por la producción industrial, pero que está resurgiendo con fuerza por la  necesidad del ser humano de recuperar la autenticidad. Esta sociedad necesita tocar, oler, disfrutar de objetos hechos con amor, puesto que las cosas se impregnan de los deseos de sus artesanos y las máquinas no pueden transmitir esos valores.

Tener en las manos un abanico hecho de encaje de bolillos, es tener horas de trabajo llenas de gracia y cariño; es tener algo único, sólo para el destinatario , pero lleno de amor que trascenderá el tiempo, porque dentro de 100 años su valor se mantendrá intacto para la siguiente generación.



Si tuviéramos que elegir  un pueblo con tradición en los encajes de bolillos, nuestros pensamientos se dirigirían a Almagro, Ciudad Real. Precisamente  como reconocimiento público a esta labor artesanal, tan arraigada en Almagro y algunos de los municipios del Campo de Calatrava durante cientos de años, se creó El Museo Municipal de Encaje y Blonda .

Se cree que la tradición  encajera surge en  Almagro en el siglo XVI con la llegada a España de los flamencos de los Países Bajos y Carlos I. Lo cierto es que la difusión de esta artesanía se intensifica dada la tradicional vinculación lanera de Castilla con aquella región de Europa.



Isabel, hija de Felipe II y de su tercera esposa Isabel de Valois, se casó en 1599 con el archiduque Alberto de Austria y recibió como  regalo de boda un magnífico manual y muestrario de encaje de bolillos, aportado por las encajeras de Brabante.  El primer libro de patrones de encaje de bolillos publicado en Flandes lo fue en Lieja en 1597.



Lo que es un hecho es que el encaje como labor remunerada existía ya a fines del siglo XVI y principios del siglo XVII en La Mancha. Lo corrobora   Cervantes en El Quijote,  en dos citas que así lo confirman: “cómo es posible que una rapaza que apenas sabe menear doce bolillos de randas...”; “... Sanchica Panza gana haciendo puntas ocho maravedíes, ahorros que va poniendo en una alcancía para ayuda de su ajuar”.

El uso del encaje de bolillos en la vestimenta tiene su máximo esplendor en el siglo XVII, como se aprecia en algunas obras de Velázquez. Por ejemplo, en el famoso cuadro “La rendición de Breda” se ven maravillosos encajes: el del cuello de Nassau de llama “paloma de encaje” y el del cuello de Spinola “Valona”.


En los siglo XVIII y XIX cambian las modas y se desarrollará en especial el uso de las espléndidas mantillas de blonda.
Hasta el siglo XX el encaje de bolillos ha estado presente en la vida cotidiana de las mujeres del medio rural. Su aprendizaje se transmitía de madres a hijas, heredando los conocimientos, patrones y diseños. Las reuniones de vecinas en torno a las almohadillas, por la tarde, en calles y patios se convertían en el lugar de encuentro femenino del medio rural, además de constituir un complemento económico a la renta familiar.

Pero no solo en Almagro se aman los encajes. Una profesora encajera le contó a una amiga mía enamorada de los bolillos, una vieja leyenda gallega . Según la misma , la tradición del tejido de redes de pescadores evolucionó hacia adornos en los vestidos . De hecho, aún hoy en día, se pide solución de algún intrincado enredo en alguna labor a aquellos artesanos del tejido de redes. Y no es raro ver en tiendas de pueblos de pesca del norte adornos artesanales hechos con bolillos.


         

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